La pasión necesaria por Rafael Ramírez (Cap I)

Rafael Ramírez Embajador de Venezuela ante la ONU 

En una Revolución como la venezolana, diría que en cualquier proceso de transformación radical, la Pasión cobra un rol extraordinario. Cuando se trata de contrarrestar y sobreponerse a la estructura y funcionamiento del sistema que se quiere superar y se resiste a ser cambiado, que tiene importantes mecanismos de defensa y reproducción como el capitalismo, la Pasión se convierte en indispensable.

Esto es aún más importante en un mundo globalizado, donde los grandes medios ideológicos del capitalismo, de la cultura de la dominación, abarcan cualquier rincón del planeta. Donde las instituciones financieras, políticas, multilaterales, condicionan la cooperación a un esquema predeterminado de relaciones, el capitalista.

Y donde el poderío militar de las grandes potencias y sus mecanismos de actuación como la OTAN y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, actúan para corregir cualquier desviación de conducta o acción, que amenace sus intereses.

En países periféricos a las grandes economías, marcados por el rol asignado por la economía dominante: proveedores de petróleo, azúcar,  frutas, café, minerales, esparcimiento, campos de ensayos nucleares, mano de obra barata, bases militares, y en especial, para países como el nuestro, deformado en su economía y composición de clases sociales por el modelo rentista petrolero, no funciona aquel determinismo teórico de la construcción de la conciencia revolucionaria a la par del desarrollo de sus clases sociales, en particular, de la clase obrera.

El Comandante Chávez supo insuflar a nuestro pueblo de unainmensa Pasión por la Revolución Bolivariana. Con su palabra, ejemplo, acción decidida, valor, sacrificioy compromiso real con los más pobres, supo ganarse el amor del pueblo, respeto y autoridad que nadie podía disputarle como Jefe de la Revolución. El Comandante Chávez, en el desarrollo de su épica y entrega al servicio del país, fue construyendo una relación espiritual con el pueblo venezolano, que le valió el amor profundo de todos nosotros, y el reconocimiento y admiración de los líderes del mundo.

De parte de la oligarquía y sus medios, comenzó una campaña terrible contra el Presidente. Primero lo tildaron de loco, exacerbaron el racismo, lo vincularon a fuerzas guerrilleras, lograron impregnar a importantes sectores de las élites y clase media venezolana, una conducta irracional y patológica contra el Comandante, basada en el desprecio hacia nuestro pueblo y la prepotencia de los poderosos. Activaron lo único posible contra el amor: el odio, el fascismo.

La mayor prueba a esa Pasión se manifestó el 13 de abril del 2002. Contra todos los pronósticos de los golpistas del 11 de abril, los medios, los políticos de la cuarta república y sus derivados, cuando todavía no les había pasado la borrachera, cuando Washington y Madrid se iban de bruces saludando al nuevo gobierno, los militares golpistas agradecían a los medios de comunicación mientras cerraban VTV, cuando disolvieron en un acto infame las instituciones creadas en el proceso Constituyente, comenzaban a repartirse el botín del Estado y la represión se desataba en nuestras zonas populares, cuando se llevaban a Chávez a un viaje sin retorno, cuando todo esto acontecía y sentíamos que nos arrebataban un sueño, allí insurgieron el pueblo y los soldados: todos a Miraflores!, ¿dónde está Chávez?, ¡queremos ver a Chávez!, eran las consignas del Pueblo.

En un acto extraordinario de pasión, valor, amor, el pueblo se movilizó buscando a Chávez, en los cuarteles, Miraflores y en la calle. Marchaban desde todos los barrios hacia Miraflores. Cuando los soldados tomaron Miraflores y el Palacio Blanco, cuando ondeó el tricolor de la Patria desde la alcabala N3 de Fuerte Tiuna y desde Maracay se leía el mensaje del Comandante Chávez, ya la oligarquía estaba en desbandada, las televisoras privadas pasaban comiquitas y los actores internacionales estaban desconcertados.

Nadie entendía cuándo, cómo, ni quién movilizó al pueblo. Todos estábamos felices, volvió Chávez, se restableció la Constitución y el Presidente legítimo. Se expresó la pasión y lealtad del pueblo hacia su Presidente. Fue un una prueba, una gran victoria.

Por supuesto que el imperialismo se dio cuenta que tenía un severo problema en Venezuela. Un Presidente capaz de resistir y sobreponerse a un golpe de estado perfecto. Con una operación mediática impecable, utilizando todos los medios a su disposición: militares, la vieja Pdvsa, televisoras, gobiernos extranjeros, el odio de la clase media, con el argumento de puente Llaguno. A partir de allí, se dieron cuenta que había una poderosa conexión amorosa entre el Líder y su Pueblo que aunque no la entendían, tenían que destruir.

El Comandante Chávez, después del Golpe y de la respuesta popular del 13 de Abril, pasó a la ofensiva, le dio mayor contenido a la Pasión, dotándola de razones sagradas para la lucha.

Deslastró a nuestras Fuerzas Armadas de golpistas, quienes terminaron en la Plaza de la vergüenza. Inmediatamente, se preparó, nos preparamos, para la próxima batalla inminente: el Sabotaje Petrolero.

Recuerdo aquella tensa reunión en el Salón del Consejo de Ministros con los dirigentes de la Revolución y el Presidente Chávez, cuando se decidían las líneas estratégicas de actuación. Había dudas, resquemores, propuestas de conciliación. Nosotros estábamos convencidos de que venía una batalla crucial para nuestro futuro y que había que darla en toda la línea.

Le habíamos entregado al Presidente unas reflexiones políticas que hacían un paralelismo entre nuestra situación, y las consideraciones del Libertador en el Manifiesto de Cartagena “… a cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar…”. Para nuestra alegría y admiración, el Comandante Chávez no sólo leyó la carta y mostró su acuerdo, sino que decidió la “Toma de la Colina”. Fue la primera vez que lo escuché delinear la estrategia de la Batalla de Santa Inés: “Que el enemigo avance con todo lo que tenga y nosotros esperarlos en un punto, resistir, y a partir de allí, avanzar con toda nuestra fuerza y batirlos completamente”. Así lo hicimos, con el Comandante al frente del combate a favor del pueblo y de la Patria. Fue otra prueba, otra victoria.

Extraído del artículo de opinión de www.panorama.com.ve