La línea roja por Rafael Ramírez

Por Rafael Ramírez embajador de la ONU por Venezuela 

El Presidente ha convocado una Asamblea Constituyente, lo ha hecho en el marco de sus atribuciones como Jefe de Estado y apegado a lo establecido en el propio articulado de nuestra Constitución, la cual contempla esta figura en base al principio de que la soberanía reside en el Pueblo. Hasta allí, las consideraciones legales, las cuales, lejos de desestimarlas, las considero muy importantes porque no podemos desviarnos de nuestro propio marco legal, mucho menos de la Constitución Bolivariana, por ser una condición indispensable para preservar la legitimidad de toda acción que emane de cualquier órgano del Estado. Sin embargo, los temas legales, se los dejo a los Constitucionalistas y expertos, que tenemos varios en el país. Hablemos de política.

Lo primero a entender es que todo radica en un problema político, generado no solo por la confrontación crónica de dos bloques antagónicos, que tiene un ritmo y una intensidad que se ha agudizado tras la desaparición física del Comandante Chávez, sino por una crisis económica que se ha agravado en los últimos años y que, por supuesto, tiene sus impactos de orden político y social. La crisis económica también es expresión de esa confrontación de bloques históricos, hemos pretendido hacer una revolución socialista con el sistema capitalista prácticamente intacto. El capitalismo ha demostrado su fracaso en nuestro país. El modelo rentista petrolero, no es más que una modalidad de ese sistema, atrasado, dependiente y deformado por las transnacionales al convertirnos, hace más de 100 años, en una inmensa factoría petrolera.

Existen dos bloques políticos en el país que sobreviven como actores, dada la característica fundamental de que nuestra Revolución Bolivariana ha sido pacífica, no ha sido producto de una confrontación armada, de una guerra, donde el bloque de lo viejo, la anti patria, la derecha, hubiese sucumbido ante el avance arrollador del campo Bolivariano. Esta es una condición que mantiene en el tiempo las contradicciones de lo nuevo que emerge y lo viejo que no solo se resiste a desaparecer, sino que tiene una naturaleza que le permite reproducirse permanentemente: el Capitalismo.

Esta condición pacífica de nuestro proceso político nos ha obligado a avanzar y a construir la Revolución, en contra de las pesadas estructuras del Estado Burgués y del control que ejerce la oligarquía de importantes mecanismos económicos, políticos y sociales de poder. Esto nos ha hecho todo más difícil, lento, complicado, en cuanto a desarrollar y desplegar toda nuestra propuesta al país, siempre en permanente batalla contra la violencia y el poder de la anti patria, de la oligarquía, que en base a un irrestricto y permanente apoyo del imperialismo norteamericano, sus transnacionales e intereses geoestratégicos, se mantienen accionando para derrotar y revertir de manera dolorosa y cruenta los avances de la Revolución Bolivariana.

La República Bolivariana de Venezuela es crucial para la posibilidad de desarrollo independiente y soberano de los pueblos de América Latina y El Caribe. Nuestro país ha sido y es una pieza clave en el esquema de dominación norteamericana de nuestra región. No solo tiene que ver con el hecho de poseer las reservas de petróleo más grande del planeta, además de otros recursos naturales estratégicos y abundantes, sino, y por sobre todo esto, por la conciencia que irradia nuestro proceso al resto de nuestros países hermanos: la posibilidad de hacer una revolución popular, Bolivariana, Socialista, justo en lo que la potencia económica militar más grande y agresiva del mundo considera su “patio trasero” o área vital de seguridad estratégica, y en el momento que el capitalismo mundial y globalizado había decretado el fin de la historia y de las ideologías, es decir la “pax” de los sepulcros para nuestros pueblos.

Por eso es que el Comandante Chávez es un gigante, inmenso líder revolucionario, que de las entrañas de nuestro Pueblo y de los soldados de la Patria insurgió, así inesperadamente, un cuatro de febrero, levantando las banderas de Bolívar. Luego como Presidente sumó a su ideal Bolivariano su convicción anti imperialista y Socialista. El pensamiento Bolivariano, sepultado por la oligarquía por demasiados años, volvió vibrante, digno y profundamente revolucionario, de la mano de uno de sus más esclarecidos hijos, nuestro querido Comandante Chávez.

Las dificultades de conducir una revolución pacífica, solo han sido compensadas por el hecho, extraordinario, de que nuestro proceso revolucionario no ha tenido como bandera o curso de acción la violencia. Se impuso siempre la inmensa humanidad del Comandante Chávez, su conciencia de lo que una acción militar implica, en sufrimiento y destrucción, y su convicción de que la mayoría del Pueblo venezolano, de nuestra sociedad, se mantendría, como lo ha hecho en las peores circunstancias, a favor de la Revolución Bolivariana. La oligarquía y sus partidos de extrema derecha han abusado de esa concepción humanista y pacífica del Comandante Chávez y nuestra Revolución, tras un perdón, vuelve otra conspiración, ha sido un ciclo permanente de violencia e impunidad que debe acabar.

Él sabía y lo planteó de manera clara al Pueblo, que hacía falta superar la IV República, tenía que nacer la V República, refundar el país sobre otras bases, dejar atrás la “moribunda” Constitución de 1961, de allí la imperiosa necesidad del proceso Constituyente, novedoso y profundamente popular, y la gran discusión nacional sobre el marco que guiaría la refundación de nuestra Patria: la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela

Nuestra Constitución es probablemente el legado más importante del Comandante Chávez, para el país y nuestras generaciones futuras. De su puño y letra escribió y plasmó el país posible, el futuro, en una de las Constituciones más avanzadas del mundo, con elementos del pensamiento Bolivariano y una irreductible proclama de soberanía e independencia de nuestra Patria. Obedecía a la correlación de fuerzas del momento, así como en nuestro desarrollo en el pensamiento político y económico. La ausencia de experiencia en el poder le dio una orientación que la hizo libertaria y profundamente humanista, a veces ingenua.

Artículo extraído de www.panorama.com.ve